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The Napkin Tales

Encuentra una historia en cada fotografía. Todos las fotos son originales al igual que las historias.

Nuevo post todos los martes.

Un tapabocas

Un tapabocas

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Léela escuchando: “Rupert Gregson-Williams – Duck Shot”

El tráfico era insoportable. El smog se impregnaba a la ropa. Todos corrían para llegar a tiempo. Todos nerviosos por el sorteo semanal.

Kim respiraba detrás de su cubrebocas, sus dedos palpitaban en el acelerador de su moto. Miles de personas jadeaban con la boca tapada; todos con un mismo destino:  estar frente al televisor a las 8pm.

Kim llegó a su casa. Abrió la puerta y encendió la tele. tomó un banco y se sentó. La pantalla creo sombras horribles en las paredes.

Los ojos de Kim se fijaron ante el interventor que encendía el micrófono.

“Ciudadanos…” comenzó diciendo el hombre detrás del cubrebocas negro.

 “Cuarenta personas se sacrificarán para salvaguardar a la nación. Estos héroes morirán para que otros puedan vivir. La prohibición de natalidad no ha bastado, debemos reducir los habitantes para que el oxígeno nos alcance…”

La voz siguió vibrando. Kim sintió sudor en sus manos.

“Las siguientes personas deberán dejar de usar su cubrebocas.”

Un soldado con una máscara tomó el podio. Con una voz seca dijo:

“Número uno: Becker, Charles.”

Kim escuchó a los vecinos celebrar que el nombre no era de ninguno de sus familiares. Kim suspiró…

“Número veintidós: Thompson, Kurt”

Kim pensó en lo que se sentiría escuchar su nombre.

 “Número treinta y seis: Hakuri, Anne”

Los ojos del soldado estaban rojos.

“Número treinta y siete: Allen, Kim”

Kim sintió como si el techo se derrumbara. Parpadeo dos veces, su nombre en la pantalla.

Kim se arrodilló y contuvo la respiración. Se quitó el cubrebocas y lo dejó caer. Pensó en la basura en la calle, en cada colilla de cigarro, en cada auto contaminando el aire, en todas las generaciones antes de ella que no habían sufrido esto. Dio una bocanada de aire que le quemó los pulmones, se levantó y abrió la puerta. Los vecinos gritaban de felicidad porque el sorteo había terminado.

Dio un respiro más y sintió como la sangre le ardía en los brazos.

Apagó la televisión.

Tomó el banco y lo colocó en su lugar.

Miró el cubrebocas tirado en el suelo, lo tomó con cuidado, respiró…

y lo dejó caer en la basura.

 


La foto y la historia, todo en el mismo día de la Tierra. Fue una mera casualidad que escribiera este breve relato en esa fecha, pero tengo que admitir que se ha convertido en una de mis historias favoritas. 
Esta historia la tuve que recortar varias veces para que Instagram me dejara publicarla, tuve que eliminar algunos detalles y descripciones que hacian que el Interventor y la escena final fueran aún más dramáticas. 
En fin, siempre me ha gustado este tipo de distopias que provocan reflexionar hacia donde vamos si seguimos actuando de la misma forma que lo hacemos hoy. Un futuro frío y horrible, pero que está en nuestras manos transformar. 
La crayola blanca

La crayola blanca

Tumba y Flores

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